encontrando mi voz: mi vida como tutora de ESL desde casa

escrito por sharon burns
editado por sarina e. guerra
traducción por claudia garcía

No me propuse ser tutora. De hecho, cuando mi esposo me sugirió por primera vez que solicitara ser tutora en Imperial Valley College, no me entusiasmó mucho la idea. Ya lo había intentado una vez cuando estaba en la universidad y… bueno… no salió muy bien. Recuerdo que salí de una de esas primeras sesiones pensando: “Tal vez esto simplemente no es para mí”.

Pero le di otra oportunidad, esta vez en IVC. Unos meses después, algo hizo clic. Empecé a esperar con gusto las sesiones, especialmente con los estudiantes de inglés. Me encantaba ver cómo sus ideas cobraban vida en el papel, me encantaba ver la expresión en sus rostros cuando se daban cuenta de que sí tenían algo importante que decir. Lo que empezó como un titubeante “supongo que lo intentaré” se convirtió en un amor profundo por enseñar el lenguaje, especialmente en un lugar como El Centro, donde el inglés y el español bailan lado a lado en la vida diaria.

El lenguaje siempre ha sido algo personal para mí. Crecí hablando inglés, pero el español ha estado en mis oídos y a mi alrededor desde que tengo memoria. Vivir en el Valle Imperial te muestra todos los matices del bilingüismo: desde niños que crecieron traduciendo para sus padres, hasta adultos que intentan mejorar su inglés para el trabajo, pasando por estudiantes cuyos ensayos mezclan idiomas de las formas más poéticas. Es hermoso. Es complejo. 

Hay una estudiante que nunca olvidaré: Ana. La conocí mientras daba tutoría para la clase de inglés 110 en IVC. Era callada al principio—amable, pero insegura de sí misma. Su muñeca estaba permanentemente doblada hacia adelante, lo que hacía que escribir fuera un proceso lento y físicamente agotador. Se notaba cuánto esfuerzo ponía en cada oración. Le preocupaba que su escritura no fuera lo suficientemente buena, que estuviera demasiado atrasada.

Pero desde el principio vi lo reflexiva que era—lo mucho que le importaba decir las cosas con claridad y honestidad. Trabajamos juntas semana tras semana, a menudo revisando borradores línea por línea. Al principio, dudaba con cada palabra. Pero poco a poco, su confianza comenzó a crecer. Empezó a hacer preguntas más profundas, a experimentar con su voz, a empujarse a sí misma a tomar riesgos en su escritura.

Uno de sus ensayos que más se me quedó grabado fue una reflexión sobre Frankenstein de Mary Shelley.


Ana escribió sobre cómo la criatura no nació siendo un monstruo—lo convirtieron en uno por la forma en que lo trataron, especialmente Víctor Frankenstein, quien lo creó y luego lo abandonó. Ana se vio reflejada en la soledad de la criatura y en la manera en que la gente lo juzgaba sin tratar de entenderlo. Compartió que, cuando crecía, la habían acosado y mirado con curiosidad por su mano, y lo aislada que se sentía. Pero su escritura no venía desde la autocompasión, sino desde una empatía profunda y un agudo sentido de la justicia. “No fue culpa de la criatura”, escribió, “Solo quería ser amado, pero nadie le dio una oportunidad”.

No se trataba solo de gramática—se trataba de presentarse en la página y decir…

Con el tiempo, desarrollamos una especie de amistad profesional. Charlábamos sobre la clase, sobre la vida, a veces simplemente sobre lo frustrantes que podían ser los ensayos en inglés. Ella me enseñó mucho sobre la persistencia—sobre lo que significa seguir adelante incluso cuando algo parece casi imposible. Verla terminar ese curso con una escritura sólida y con un sentido de orgullo sobre su trabajo fue uno de los momentos más gratificantes de mi vida como tutora.

Hoy en día, divido mi tiempo entre dar tutorías en Imperial Valley College y trabajar con estudiantes a través de mi propio pequeño negocio de tutorías desde casa—a veces en rincones tranquilos de bibliotecas locales, a veces por videollamadas desde el sofá, con una taza de café en la mano y mi gato acurrucado a mi lado.

Esa es la vida real. No me importa. No dirijo una gran empresa. Soy tu vecina que ama las palabras y quiere ayudarte a encontrar las tuyas.

También ayudo a estudiantes a navegar los desafíos tecnológicos—como cuando son marcados erróneamente por usar inteligencia artificial en sus escritos. Es desalentador, especialmente para estudiantes que ya se sienten inseguros con su inglés. Me imagino que se seinten como si hubieron hecho algo malo. Así que los ayudo a construir la confianza para superar cualquier situación, documentando su proceso de escritura y celebrando cada progreso, grande o pequeño. En algunos casos, incluso he tenido que ayudar a estudiantes a redactar correos para sus maestros explicando cómo pasaron de una página en blanco al borrador final. La preocupación generalizada sobre que la IA reemplace el trabajo original de los estudiantes es real, y los programas diseñados para distinguir entre ambos no son exactamente infalibles. Pero a pesar de estas complicaciones, quiero que los estudiantes sepan que lo que tienen que decir importa, incluso cuando la tecnología no lo entienda.

A veces pienso en una ocasión durante un campamento de verano, cuando era adolescente, y me tocó ser la protagonista de una pequeña obra de teatro. Una noche, durante una escena, hice contacto visual accidentalmente con alguien del público—y me congelé por completo. Mi mente se quedó en blanco, como si de pronto no supiera lo que eran las palabras. Tuve suerte de que el pianista estaba justo allí, detrás del escenario, para darme una pista en voz baja. Para que se sintiera natural, susurré: “¿Qué fue esa voz?” y luego volví al personaje. Cuando finalmente salí del escenario, me sentía un poco tonta—pero también bastante orgullosa de haberme recuperado. Ese momento se me quedó grabado porque me enseñó algo importante sobre el aprendizaje y el lenguaje: todos tropezamos a veces, incluso en nuestro idioma natal, y está bien necesitar un poco de ayuda. Lo que realmente importa es levantarse y seguir intentando conectarnos con los demás. Así es como veo ahora la tutoría—no se trata de ser perfecto, se trata de encontrar tu propia voz y compartirla. Después de todo, el espectáculo debe continuar…

Fotos del campamento para adolescentes/jóvenes


Al principio, pedir ayuda puede dar miedo, puede ponerte nervioso, pero te prometo que vale la pena. Amo lo que hago. Es como ver a alguien convertirse en el autor de su propia historia con confianza, y sinceramente, esa es una de las partes más gratificantes de ser tutora.

Si escribir te parece complicado o simplemente quieres a alguien que te escuche y te ayude a darle sentido a tus palabras, me encantaría trabajar contigo. Juntos abordaremos la gramática y todas esas reglas difíciles, pero en un espacio amigable y libre de juicios. Se trata de ayudarte a sentirte lo suficientemente seguro como para usar tu voz y expresar tus pensamientos al mundo. ¿Y quién sabe? Tal vez hasta termines amando un poquito el inglés también. Y tal vez, por primera vez en tu vida, puedas verte reflejado cuando mires la página.

Si quieres ver más historias de éxito y dar el salto para convertirte en un mejor hablante de inglés, contacta a Sharon en sharonburnstutor@gmail.com, el formulario de contacto en burnstutor.com o al 760-676-2920.